Llega el verano, y con el nuestra vena más aventurera. Aprovechando que el sol está en lo más alto y que resplandece casi tanto como una buena sonrisa; aprovechamos maleta en mano y nos vamos a cualquier lugar que se deje explorar o a alguno ya explorado pero con el que siempre te quedas con ganas de volver.
Y ahí te ves de estación en estación, a veces en compañía y otras sola, buscando calmar ese estrés que suelen acompañarte durante todo el año, ahora si que es el momento, ahora si que decimos mucho más a menudo eso de «Carpe Diem». No se si serán las altas temperaturas, el hecho de tener la sangre más caliente o simplemente esa sensación que sentimos cuando los rayos de sol inciden en nosotros, pero esta estación siempre nos deja con ganas de más y es que es la estación de más.
Más risas, más alcohol, más baile, más fiesta, más piscina, más sonrisas, más amor, piel más bronceada, pelo más claro, más sensación de libertad, más playa, más arena en los zapatos o en los bolsillos, sea lo que sea todo es más y hay pocas cosas que sean menos. Y eso me gusta y mucho.
Y es que hay atardeceres que merecen estar colgados en el Museo del Prado como poco. Amaneceres que nunca serán desvelados. Amantes esperando no ser descubiertos y otros que lo piden a gritos. Noches de estrellas fugaces pidiendo deseos sobre cualquier capo. Amigas deseando reencontrarse. Piscinas llenas de algo más que de agua, llenas de tardes de compartir conversaciones tratando de arreglar nuestros pequeños minimundos. Estaciones que despiden sonrisas ilusionadas que marchan unos días, unos meses o unas horas.
L.
Túmbate al sol 